jueves, 29 de diciembre de 2011

Me río


Me río yo de la nobleza y el honor, de  los amores imposibles y de las damiselas en apuros. Y me río de los caballeros que a destiempo intentan rescatarlas. Pobres insensatos. ¿Cuándo se vio el último dragón asolar los campos cultivados? ¿Cuándo mató alguien por última vez a un gigante? Os creéis valientes y piadosos, defensores de lo justo y dueños de lo hermoso.  Os creéis inmortales. Por el contrario llegáis tarde y la mitad del tiempo combatís molinos en vez de gigantes. Corréis tras el viento, dando tumbos, buscando monstruos que no habitan más que en vuestras cabezas; cabezas que solo  sirven para aguantar un yelmo deslucido y pasado de moda. Las armaduras se han oxidado, las espadas han perdido el filo y ni si quiera disponéis de corcel que os lleve a la batalla. Ni monstruos, ni princesas, ni castillos. Ya no hay batallas que ganar, ya no hay fama, ya no hay leyendas. Sólo el polvo del camino acumulado en las botas y el recuerdo de trovadores que hubiesen cantado vuestras hazañas. Me río de mí, de mi reflejo en el yelmo oxidado y de mi espada herrumbrosa, de mis ideales inmortales y mi honor hecho añicos. Me río de descubrirme pinchando molinos con un palo. Me río de mi damisela en apuros y del amor imposible del que no se reírme. 

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